En esta ocasión os traigo un dibujo que recuperé hace algunos años y que tenía guardado en alguna de las muchas carpetas de dibujos y recuerdos de mis tiempos de estudiante.
Se trata de un retrato del natural que me hizo la excelente profesora Rosa Martínez Artero que en aquel entonces impartía la asignatura de Retrato en la Facultad.
La asignatura de retrato era una de mis preferidas y con las que más disfrutaba. Seguramente será porque siempre me ha gustado especialmente la figura y porque desde bien joven comencé a pintar retratos de las modelos que aparecían en las revistas como Cosmopólitan. El afrontar el retrato desde el natural era un reto que me despertaba muchas ganas de aprender.
Pero el retrato nunca ha sido tarea fácil. Posiblemente se trate del género en las artes que más problemas y quebraderos de cabeza hayan despertado. Que si el parecido, que si las proporciones, que si la anatomía, en fin, nada sencillo. En aquellas clses de retrato podíamos encontrar de todo. Desde perfectos desconocidos de la técnica y soberanos negados hasta grandes talentos capaces de captar la esencia de muy pocos trazos. Sin duda, las clases resultaban muy entretenidas y con un poco de atención se podían aprender muchas cosas.
La maestría de nuestra profesora era patente y eso me hacía disfrutar si cabe aún más. Podíamos aprender de los compañeros y de las sabias indicaciones de Rosa que nunca caían en el vacío. Enseñar a retratar es muy difícil pero Rosa lo hacía muy bien. Sobre todo cuando cogía el lápiz.
Un día, no me acuerdo por qué motivo, nos quedamos sin modelo en la clase, así que para no quedarnos sin trabajar me ofrecí a posar como modelo. Aunque no era lo habitual, Rosa cogió un pequeño trozo de papel y empezó a bosquejar unas líneas que poco a poco se transformaron en este retrato, a mi parecer, espléndido. Con esta lección creí haber aprendido algo más. Creí haber dado un paso hacia adelante. Aunque me di cuenta un poco más tarde, cuando volví a coger el lápiz para retratar y vi que ya no lo hacía de la misma manera que antes.
Gracias Rosa, por aquellos fantásticos días